EL REGALO DE CUMPLEAÑOS
Rondaba el 2009, quizá principios del 2010, cuando llegó la fecha de mi cumpleaños. Había recaudado un dinero y decidí irme a Madrid – como ya había hecho en varias ocasiones – a visitar librerías. Eran esos días sabáticos que me permitía y donde buceaba entre libros de secciones apartadas. Los libros me hablaban.
Como si alguien me guiara, me iba a la zona centro, en concreto al área de Callao y Sol y “aparecía” en la tercera planta de La Casa del Libro, ojeando libros y después , hojeando sus páginas. Me latían obras de Leonardo Da Vinci y sus inventos, libros de grafología criminal, obras de Brian Weiss y Paulo Coelho…entre otros. Un viaje entre páginas concretas y mensajes concretos.
Pero aquel día viré y la búsqueda me llevó en sentido contrario. Y “aterricé” en la librería Bohindra. Ya me habían hablado de ella, pero aquel era el día. Y pasé. Ojeaba las estanterías, en ese momento era una SEEKER completamente, una BUSCADORA, aunque en aquella etapa no lo comprendiera todavía. Y localicé el libro que latía. Estaba arriba del todo, a mano izquierda. I CHING, leí. ¡ Era chino !
La vendedora vino hacia mí, me preguntó y le pedí verlo. Al abrirlo, una complejidad de hexagramas e interpretaciones saltaron ante mis ojos, un galimatías total, pero impulsivamente le dije que me lo llevaba, y tan contenta salí con el libro, y con un cubo de cartón que contenía las cartas y una guía abreviada para su comprensión.
Pero además de contenta, estaba EXTRAÑA. Muy difícil de explicarte la sensación, lector, pero “Había algo más “. Y ahí estaba petrificada, una vez fuera de la librería, fija la mirada en el gran escaparate que tenía enfrente. Una tienda esotérica con un escaparate precioso y una gran bola de cristal que se abría hacia mí a unos metros tan sólo, con cartas, runas, péndulos, cruces, símbolos, …Y como si la puerta me succionara, me ví dentro. Ufffff.
La dependienta estaba atendiendo, por lo que pude curiosear y posicionarme en un ángulo del interior de la tienda. Había toda una exposición de péndulos, de distintos materiales, formas y tamaños en aquella vitrina. Y suavemente la dependienta se acercó.
“Quisiera un péndulo”, me sorprendí diciendo. Ella me preguntó si había escogido alguno. “Éste de aquí” volví a sorprenderme. ” Piedra Luna”, me dijo ella asintiendo.” Muy femenino. ¿ Sabes cómo va ésto ?” Negué con la cabeza. Nunca había tenido un péndulo y no conocía a nadie que lo tuviera. Me quedé atónita cuando me dijo que la persona no elige al péndulo, sino el péndulo a la persona.” ¿ Quieres que le pregunte ? ” Mi respuesta fue que SI, y ella se fue hacia un reservado y salió de mi campo de visión. Y de pronto sentí unas ganas enormes de llorar.
Apareció de nuevo esa mujer estrábica con su amplia sonrisa indicándome que SÍ quería que yo fuera su dueña. Lo puso en mi mano y entonces exploté.
EXPERIENCIA TRANS
Sentía tanta vergüenza, con ella delante y llorando tan exageradamente, lector, que sus palabras amables y lo incontrolable de mi llanto agravaban el momento. Pero con alivió oí cómo entraron nuevos clientes y se fue hacia ellos, mientras yo quedaba ocultándome por las esquinas limpiándome las lágrimas y conteniendo mi pecho. ¿ Qué me estaba pasando ? Todavía me lo pregunto.
Cuando de nuevo vino a mí ya estaba tranquila y ojeando la vitrina de al lado. “Ahora quisiera unas runas ” volví a sorprenderme. “Tenemos estas azules, verdes,…y por aquí…” – “Ninguna de éstas”, dije, cortándole la explicación.” Quiero unas runas blancas “. Su reacción fue como si le acabara de arrojar un balde de agua fría, se contuvo, y me hizo esta curiosa pregunta acercando su cara hacia la mía : “¿ Para qué las necesitas ?” ” No lo sé” fue mi respuesta. Y como si ésa fuera la CLAVE MÁGICA, satisfecha y segura me dijo que la siguiera. Llegamos a la isleta donde estaba la caja registradora, se metió dentro y empezó a buscar agachada entre los apartados que había a la altura de sus rodillas. Y sacó un saco de color marfil y desplegó en sus manos unas preciosas runas de cuarzo blanco con grabación en dorado. ” Éstas sí “, fue mi breve respuesta. Me advirtió que eran bastante más caras que las anteriores, pero no me importó. Ni eso, ni que no estuvieran expuestas en la tienda, sino reservadas.
Éstos tres elementos, el I Ching, el péndulo y las runas fueron mis regalos de cumpleaños.
El I Ching es un libro venerado y respetado en oriente cuyos primeros compases he empezado a comprender en mi Escuela de Geomancia; mi péndulo ya le he estrenado en 2016 como os cuento en el capítulo de San Benito de Orante ,como herramienta de radioestesia, y las runas todavía están esperando latentes a que sea el momento de desempolvarlas. Todo se dará.
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