Ángeles Lozano

Mecerse en la Cueva de la Luna

MECERSE EN LA CUEVA DE LA LUNA…ACUNADA POR EL COSMOS

Algo despertó en mí cuando de niña escuché por primera vez su nombre ” La Cueva de la Luna ” en Titulcia. Esa frase despertaba la magia en mí. Y fue pasando el tiempo…y me fueron llegando historias,…pero nunca se consagraba mi momento. A pesar de estar tan cerca de ella, tan sólo a unos kilómetros, tuve que esperar a cumplir 51 años, casi 52, para vivir la experiencia. Pero valió la pena.

Para acceder al restaurante que está al fondo hay que atravesar un largo pasillo vestido de cuadros explicativos que flashean la historia del lugar.  Ya al entrar, en los primeros pasos, sentí todos los pelos de punta, y me giré hacia el lado derecho, incluso me paré, rastreando con el “sentir”. Se lo comenté a mis compañeros y avanzamos hasta el fondo donde nos esperaban.

El grupo era nutrido, calculo que unos 35 entre adultos y niños. Contábamos con un astrónomo, algún escritor y el resto pertenecientes a distintos oficios y carreras. En una foto de grupo de aquella cena tan divertida nos acompaña un orbe, grande, definido y luminoso, posándose solemnemente en la cabeza de un compañero.

Una vez cenados, nos preparamos para la visita. El dueño del local y de  la cueva nos explica brevemente su historia y nos acompaña a la famosa entrada, detallándonos el ritual previo que se aconseja hacer para contar con el beneplácito de las entidades que la habitan.

  

Para mi sorpresa, la entrada a la cueva la marcan unas puertas de madera disimuladas en el pasillo de entrada, justo en el sitio donde paré al  entrar cuando sentí los vellos como antenas.

El protocolo a seguir es golpear la puerta a modo de llamada y formular en el caso de las mujeres un deseo. Si éste se cumpliera, adquieres el compromiso de volver y traer unas flores.

Unos pocos sabemos que este lugar emblemático tiene un guardián no visible y, con respeto, hablándole con el corazón, le pedí permiso de entrada.

 

A la cueva le hace falta urgentemente un mantenimiento. Gozó de años dorados donde podía recorrerse toda su envergadura, siendo escenario de bodas, reuniones esotéricas, fiestas y celebraciones religiosas y paganas, según dicen. Hoy en día su visita está muy seccionada por derrumbes acaecidos en los últimos tiempos.

En cuanto bajamos todos los tramos de escalera, nos recibió la bóveda mayor y allí nos quedamos en círculo, con el maestro de Geomancia en el centro. Estaba éste explicándonos las particularidades del lugar, los 13.500 UB de este Sitio de poder cuando….OH NOOOO¡¡¡¡

EXPERIENCIA TRANS

Noté que dejaba de escucharle. Su voz era cada vez más lejana y me resistía, quería saber los datos. Estaba a tan solo tres metros… pero sentí que PERDÍA definitivamente la información del maestro,…casi no oía. Una dulce pero invasiva energía me atravesó a través de corona haciéndome cerrar los ojos. Bajó de cabeza a pies scaneándome por completo. Y me ancló a tierra. Tan tan firme que me dejó rígida, no gobernaba mi cuerpo. No era dueña de mis movimientos. Una fuerza inmensa empezó a dirigirme: delante-detrás, delante-detrás. Un movimiento pendular que me hacía recordar que podemos ser simples instrumentos del Universo entre cielo y tierra. Me había convertido en una ola. En un eje. Sístole – Diástole. Hacia delante y hacia atrás la fuerza crecía. Y mi ángulo también. El anclaje era rotundo. Nada ni nadie iba a desanclarme, te lo digo con total convicción. La fuerza enorme, brutal, comenzó a ser peligrosa.

Imposible abrir los ojos, imposible mover mis brazos pegados. Era un bloque a la deriva que no respondía a mis propias órdenes. Se dieron cuenta y reaccionaron con disimulo para que el grupo no lo notara. ” Ha comenzado ya “, alguien susurró a otros alguienes. Se me pusieron de parapeto, tanto delante como detrás, para que no me golpeara con la nuca en la pared de la bóveda y para protegerme la cara y los dientes ante una caída.

Pero aquella fuerza brutal seguía tirando de mí, cada vez mayor. La espalda de mi protector sufría el envite y el empuje de aquella fuerza poderosa, que casi arrastraba a este hombre fuerte. Y quien cuidaba de mi nuca vio cómo llegué a rozar la pared.

 Afortunadamente la oscilación empezó a menguar a medida que la fuerza fue disminuyendo.  De escuchar todo difuminado y sin apenas volumen, empecé a recuperar el oído con plenas facultades y me quedé con la miel en los labios por no haber recibido esa información detallada, experta, que esperaba de mi maestro. Pero no me puedo quejar, fui protagonista de una intensa EXPERIENCIA TRANS.

Gracias a mis cuidadores, salí ilesa. De haberme sucedido ésto en soledad, creo que hubiera salido mal parada. O igual no, hubiera sido un probado caso científico de desafío a la gravedad.

Una vez recuperada, visité el resto de las estancias, aunque te confieso que un tanto removida. A la salida comprobé que no había sido la única: los cuatro psíquicos del grupo estaban removidos también.

Tengo la certeza de que el momento vivencial fue auténtico. Mi única bebida en toda la cena fue agua fresca  y las circunstancias y mis testigos  fueron totalmente espontáneos. Meses después volví a las cueva a depositar flores, un sencillo y simbólico ramo con tres rosas blancas. Pero esto ya es parte de una nueva EXPERIENCIA TRANS que en otra ocasión te contaré, lector.

 ( Volver a Mi libro ” EXPERIENCIAS TRANS “)

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