LA MARQUESINA
Había terminado mis clases y estaba atardeciendo. Ese día decidí tomar un poco de aire tras el cansancio de un día intenso de enseñanza y en vez de ir a la parada de autobús cercana, me propuse caminar un poco. Iba a coger mi autobús en otra parada algo más alejada. Una marquesina.
En ese momento estaba sola esperando, pero el sitio era una zona donde se concentran comercios y había actividad. Y en ese momento también llegó alguien.
Bufffff…fue una especie de bufido suave.
Se formalizó una presencia.
Me giré por el aire que sentí y no pude ver a nadie, pero no cabe duda que estaba acompañada. La energía era masculina. Parecía un señor, se puso justito a mi lado izquierdo. Su energía era muy rotunda, casi consistente, como si estuviera a punto de materializarse. Tenía bastante fuerza.
Yo continué normal, no podía verle, sólo sentirle, y actué de la misma manera a como actúa cualquiera cuando llega otro usuario a la parada. Sólo que en esta ocasión no hubo cruce de saludos como acostumbro a hacer.
Cuando llegó el autobús, subí y me senté en una plaza de dos asientos. Él se sentó a mi lado. ” No ha sido fortuíto, pensé. Viene para quedarse“. Pero yo seguí con mis apuntes, bullía mi cabeza con nuevas ideas y ejercicios, un brainstorm de palabras clave para la siguiente clase creativa de mis alumnos de inglés avanzado. Y debió de aburrirse conmigo porque desconecté de él y él de mí. Ahora esperaba en la estación mi tren de vuelta a casa.
Como es una población cercana a Aranjuez, el trayecto del tren fue corto y enseguida llegué a destino. La noche se había cerrado y el coche estaba alejado. Aunque es una zona tranquila, impone un poco en invierno pues apenas hay luz en este parking improvisado y nunca sabes si puede haber alguien malintencionado al acecho. Era sobre las 10 de la noche.
Como cada día, se me agudizaron los sentidos y caminaba muy centrada en llegar al coche, cerrarlo una vez dentro, encender las luces y conducir para casa. Sin ningún contratiempo así lo hice y abrochándome el cinturón le sentí de nuevo: se me acababa de sentar como copiloto.
Para quien no está familiarizado con las energías puede que ésto le provoque pavor, pero yo estaba bastante tranquila a pesar de lo inusual de la circunstancia. Puedo sentir si se emite una baja frecuencia y éste no era el caso. A veces los seres que andan en la sombra perdidos acuden a donde encuentran un poco de luz y a su manera piden ayuda. La verdad es que no sé cómo nos detectarán y porqué, pero la realidad es que lo hacen. No soy la única sensitiva, conozco a bastantes personas a quienes también les ocurre.
Mi copiloto me acompañó todo el camino hasta casa. Pacientemente esperó a que sacase mis bolsos y cerrase el coche y decidido, comenzó a caminar a mi lado. Yo le había permitido acompañarme, pero cuando quedaban unos metros para alcanzar mi casa, me paré y decreté que ése era su límite. Mi familia y la casa que habitamos es sagrada. Aquí se terminaba su paseo.
Siempre hay que ser prudente y cauto con las energías que nos rodean, hay muchos colores en el arcoiris. Hoy en día le hubiera podido ayudar algo más, pero en aquellos años desconocía casi todo lo que sé ahora. Confío que alguien más avanzado que yo le rescatase y le mostrase el camino de luz que iba buscando.
Es una vivencia reciente de 2015 que simplemente quiero compartir para relativizar situaciones que no siempre suponen una amenaza y puro miedo ante lo desconocido.
1 Me Gusta