Thailandia, el reino de Siam. Viajes con MAYÚSCULA
TERCERA PARTE
Día 7. CHIANG MAI ( 10 km )
Miércoles 26 de junio de 2024. Definitivamente, hoy viviría una de las experiencias más relevantes en mi vida, aunque todavía no lo sabía. Ya de vuelta en España, a medida que pasan los días tras el viaje y todo vuelve a su rutina, los recuerdos se van disipando y queda la esencia, como quedan los posos tras haberte bebido un exquisito café.
En este séptimo día me bañaría con elefantes, tocaría las etéreas orquídeas y mariposas, visitaría el poblado de mujeres jirafa y haría un recorrido por un mercado tradicional de comida, flores y artesanía junto a un templo chino. Comería churros tailandeses y tendríamos una cena de despedida en el hotel con muchas sorpresas. Y finalmente volveríamos al laberinto del mercado nocturno a rematar la estancia en Chiang Mai. ¡¡¡Casi nada!!!
La noche se pasó lloviendo, no tenemos que olvidar que es época de monzones a partir de junio. Por la mañana tuvimos que recurrir a nuestros chubasqueros, íbamos a ir a un Santuario de elefantes, donde se recogen y cuidan a animales enfermos, huérfanos, mayores,…No estuve muy segura de si esta excursión era para mí, pues no quería contribuir con animales explotados o mal cuidados. Pero al descubrir que la actividad era de este tipo, y en un santuario, me fui encantada.
El autobús nos dejó en la zona de acceso y allí nos recogieron unas camionetas abiertas con lonas en el techo, que traicioneramente nos volcaban agua. Íbamos con nuestros chubasqueros y mentalizados que nos íbamos a enfangar. Entrábamos en la selva, en el entorno natural de los elefantes. Lo importante era llevar protegidos nuestros efectos personales, entre ellos nuestros pasaportes, que siempre vienen con nosotros en nuestras mochilas y riñoneras. Me veréis con una figura muy cochambrosa, con chepa y con panza, todas las pertenencias cubiertas con una vestimenta roja, y el chubasquero preparado como panza para cualquier descarga de lluvia imprevista. Afortunadamente dejó de llover cuando estábamos bajo techado y luego pudimos bajar a bañarnos con los elefantes sin lluvia.
Teníamos que seguir unas instrucciones muy claras: procurar no hacer ruido para no asustar a los elefantes, que iban a estar a nuestro lado y tenían que estar cómodos. Por otra parte, teníamos que vestirnos como sus cuidadores, con las mismas ropas y colores, para que nos identificaran como pertenecientes al santuario. Había tres colores disponibles, similares a sus cuidadores, a quienes se les llama mahouts. Cada uno crea un vínculo con su elefante durante muchos años, conocen al dedillo sus reacciones, y sólo te acercarás a un elefante si va custodiado por su cuidador.
Primero vinieron a conocernos, a olernos: íbamos a crear el vínculo. Me hubiera gustado que el silencio fuera total, escuchar los animales en su entorno, los pájaros, los insectos, y nada más. Fue una llamada potente, de sonido de elefante, la que nos alertó. Acababan de llegar, nos estaban convocando. Y allí fuimos el grupo, algunos reticentes y precavidos quedaban atrás; otros daban paso adelante intuitivamente para crear el contacto. Trompa y mano se encuentran, ambos, elefantes y humanos utilizamos el sentido del tacto, el calor, como primer acercamiento. Notas cómo sale el aire caliente de su respiración por los agujeros de su trompa, y cómo un apéndice de su trompa funciona como nuestro dedo pulgar, de manera prensil.
Tomamos nuestras primeras fotos y se marcharon con sus cuidadores. Ahora nosotros tendríamos una clase práctica de un responsable del santuario: íbamos a preparar su comida-medicina.
Nuestra guía ya nos explicó en su momento que los elefantes necesitan 250 litros de agua a diario y que uno de sus peores enemigos es el estreñimiento, incluso pueden morir. El tamarindo les ayuda a regularse y era una de las razones por las que teníamos la pasta de tamarindo como ingrediente sobre las mesas. Parece otra cosa aparentemente por su color, jajaja, pero cogí la pasta y percibí lo bien que huele. Ibamos a machacar los ingredientes y elaborar unas bolas para alimentarles y disfrutar con ellos. Machacaríamos trozos de plátanos, zanahorias crudas, arroz cocido y arroz integral en grano, una hojas cortadas que recordaban al puerro y la pasta de tamarindo. Éramos niños en un jardín de infancia: ¡¡¡a la tarea!!!
Una vez que les alimentamos, nos autorizaron a bajar al baño con ellos. Habían llegado los monzones, las aguas, y el baño es el momento que más disfrutan los elefantes, por lo que el viento soplaba a favor nuestro para que fuera un momento de gozo. Y así fue. La plataforma de cemento te permite bañarte con ellos sin el peligro de aplastarte un pie por accidente. Con la autorización y mirada atenta de sus mahouts empezamos a mojarles la piel, y paulatinamente tomamos confianza y acabamos bañados por el agua de sus trompas. Fue un intercambio, jajaja. Y entonces, desde la plataforma le miré a los ojos. Y entramos en comunicación telepática. Y aquello fue maravilloso, me inundó la información que ellos atesoran. Sólo por ese instante, el viaje hubiera valido la pena.
Con el corazón lleno y fotos muy divertidas abandonábamos el campamento. El poblado en las montañas de las mujeres jirafa estaba muy cerca. Y nos fuimos adentrando en su camino. Tengo que confesarte que esperaba un sitio recóndito, auténtico, y casi inaccesible, donde este pueblo Laosiano se ha refugiado de su país, siendo tolerado por los tailandeses. Sabíamos que su único recurso es la venta de sus artesanías, por lo que iba dispuesta a ayudarles comprando sus souvenirs. Y así lo hice. Pero una estructura cúbica y de cristal sacudió mi mente al verla cuando atravesaba su puente de teka y su riachuelo de aguas límpidas. ¿Sabéis que era? Pues como el apartamento en cristal de un hotel. Y entonces ví otra y otra. Al menos tres dormitorios, en tres cubículos de cristal con vistas al poblado, bueno, más bien EN el poblado, se habían instalado, rompiendo todo el entorno. Flipando me quedé. Y entonces otro autobús aparte del nuestro se volcó en el poblado, y lo invadimos todo. Ufff, esa imagen idílica se había roto, me dí cuenta que yo formaba parte del marketing. Al principio no me había dado cuenta con la emoción, al llegar los primeros. Compramos sus artesanías, y envueltos en su amabilidad nos hicimos las fotos que ahora te muestro. En los puestos, sólo había jóvenes, bien bonitas, algunas con sus bebés. Son mujeres coquetas, delicadas en sus movimientos, elegantes con sus manos y sus conductas. Te invitan a hacerte fotos con ellas, y te ponen medio collarín metálico con el que sientes como es su día a día.
A veces lo tergiversamos todo. Incluso el nombre y la denominación, aplicando nuestras culturas, conceptos, medidas y paradigmas a otras culturas que creemos inferiores. Ellas realmente no son mujeres jirafa, se consideran mujeres CISNE. Y parece ser que no todas llevan el collarín. Nuestra guía nos contó que en su historia, una vez el poblado fue prácticamente arrasado por un tigre. La princesa, baluarte de su dinastía se salvó y ellos anillaron en oro progresivamente su cuello, a medida que crecía. Las mujeres anilladas son la élite, las elegidas, las distinguidas, y los anillos son concebidos como protección. Aún así puede que no te guste y veas un sometimiento femenino, y puede que esté contigo también, pero quería rendir tributo y respeto a este pueblo. Particularmente no me gustó nada sentirme atrapada en el collarín, limitada en mi movilidad aunque fuera por un instante. Se les quita en el momento del parto, pero necesitan a un anillador especializado que sepa ponerlos de nuevo. Y ya escasean.
Abandonábamos a las laosianas en territorio tailandés y nos esperaba un restaurante- granja de orquídeas, que tenía incluso un mariposario. Una exquisitez. Como veis, se crían en el aire, son etéreas, exponentes de lo más sutil del reino vegetal, yo tocaba con cuidado sus raíces. A cual más bonita, la granja era un ejemplo de BELLEZA.
Guardamos muy buen recuerdo de su buffet y ya de vuelta a Chiang Mai aprovechamos a pasar por uno de sus mercados tradicionales cruzando un Templo chino. Me gusta descubrir su gastronomía, sus especias, sus flores, sus remedios, sus salazones, sus churros tailandeses con forma de dinosaurios y cocodrilos,…El grupo pedía ya descanso en el hotel, y una duchita. Yo llevaba todavía el agua de la trompa del elefante en mi cabeza. A las 19:30 estábamos citados a una cena en el Empress, nuestro hotel nos aguardaba algunas sorpresas,…recibimos bombones, coñac de arroz, rosas, música y detallitos souvenirs de recuerdo…No se podía pedir más. Mañana nos esperaba una visita de templos y el aeropuerto. Y algunos ya decidieron finalizar el día. Otros, ya sabéis, los zascandiles, jajaja, abordamos las calles del mercado nocturno de nuevo. Queríamos unas fundas de pasaporte artesanas confeccionadas a medida, y yo estaba empeñada en encontrar unos bowls de cerámica tradicional de celadon verde de la zona. Finalmente los encontré y los he incorporado a mi cocina, los utilizo a diario. Me encantan.
El vuelo doméstico de mañana nos llevaría de Chiang Mai a Bangkok en un BOEING 737-800 de 240 pasajeros. La compañía, LION MAG nos trasladaría en 1 hora y estaba previsto pisar el suelo de la capital hacia las cinco de la tarde. Mañana disfrutaríamos del lujoso Empress diciéndole adiós y por contraste, de la modestia de nuestro Hotel Ibis Saton en Bangkok. Habíamos vivido en una nube por unos días, pero nuestro viaje se iba acabando. Viviríamos y respiraríamos las jornadas que nos quedaban a pleno pulmón.
Dia 8. Templos de Chiang Mai- Wat Chiang Man -Wat Chedi Luang, Wat Pra Sing y Wat Sri Suphan. Aeropuerto de Chiang Mai y llegada a Bangkok.
Jueves 27 de junio. Para un occidental medio como es mi caso, tantos templos producen en tu mente una borrachera y una mezcla hasta el punto de no poderte explicar con claridad. Perdón si hay algo inexacto, no solo me pasaba a mí, os lo aseguro.
Hoy teníamos como requerimiento, tanto hombres como mujeres, ir vestidos con compostura, lo que significaba pantalón largo, hombros cubiertos, y nada de tops, minifaldas o shorts. En el templo de Wat Sing, que tenía unas sillas enfundadas como las de nuestros banquetes de bodas, entré “ en vuelo” por su preciosa energía. En otro de los templos que visitamos pudimos presenciar a una familia de dolientes y a todo su acompañamiento. Tenían un retrato enorme de un señor que acababa de fallecer. Todos iban vestidos de luto en color negro y estaban sentados en unas dependencias, con mesas y sillas, y unos arcones con bebida fresca para que cada uno se sirviera. La estancia está dentro del recinto del Templo, allí se efectúan las incineraciones. Había muchas coronas de flores frescas y resultó una lección de cómo se vive la muerte en esta cultura.
El Templo de la Plata era el último. Todo es orfebrería en plata o acero inoxidable. Allí recibimos las bendiciones de un monje que nos ponía unas pulseras rojas y nos golpeaba en la cabeza con una escobilla mojada en agua bendita. Y lo hacía con consistencia, no te creas. Con este ritual pedía por tu salud y tu protección.
Y bendecidos todos, nos fuimos al hotel, almorzamos, y con nuestros equipajes nos plantábamos en el aeropuerto. Tras el vuelo y la vuelta al Hotel Ibis de Bangkok que ya conocíamos, cenamos. Y algunos de nosotros, que ya habíamos hecho piña en estos intensos días, nos aventuramos juntos al Bangkok de noche, a la zona roja, que nos resultaba relativamente cerca del Hotel en esta megaciudad. Llevábamos claras nuestras advertencias con respecto al barrio rojo, qué hacer y qué NO HACER, no traspasar las “cortinillas”. Una de las calles que atravesamos podría ser que tuviera mil chicas, entre las expuestas por las madames y sus consortes en las fachadas de sus locales, y las que se velaban tras las cortinillas, alrededor de unas barras metálicas de show. Cada negocio tenía a sus chicas uniformadas, blanco, negro, morado,…quedaba claro a quiénes pertenecían. Ropas ligeras, o muy ligeras, o apenas ropa cubrían sus cuerpos jóvenes e infantiles. Algunas parecían niñas, aunque espero que al menos respeten su mayoría de edad. Otras calles ofrecían Lady Boys, en otras posiblemente se vislumbraban hombres,…Atravesamos ese laberinto de mercancía humana, bares de copas hot, y en su desembocadura encontramos mercadillos y bares mucho más relajados, de ambiente amable, donde pudimos alzar nuestras bebidas y brindar por el privilegio de vivir este maravilloso país, con sus contrastes, con la belleza y pobredumbre de sus rincones, y con sus humildes gentes, sonrientes y hospitalarias. De este barrio rojo no te mostraré ninguna foto, pues en ese océano de manipulación, quisimos poner nuestras gotas de respeto hacia las personas que entendemos como víctimas del sistema.
Era ya momento de atrevernos con alguna comida callejera, pero que nos diera las garantías para nuestra salud. Optamos por unos fritos de gambas que estaban deliciosos y probamos el durian. No comprendo cómo les puede gustar, pero imagino que no me comprenderían a mí comiendo queso curado o incluso el roquefort. Recuerdo el gesto de asco disimulado en un hotel prestigioso cuando pedí un poquito de leche para acompañar mi té negro. No están acostumbrados a la leche, y menos al queso.
Volvimos cansados al hotel y las maletas tenían que quedarse preparadas en recepción por la mañana temprano. Exprimiríamos el último día en Bangkok visitando el Palacio Real. Y luego a la tarde habría que poner rumbo a Madrid.
Dia 9. Templos y Palacio Real. Aeropuerto Bangkok-Madrid.
Viernes 28 de junio. Hoy íbamos a necesitar ropa decorosa y un buen sombrero. El sol implacable haría mella en nosotros, nos lo advirtió pequeña golondrina. El autocar nos dejaba a una distancia, y había que hacer todos los trayectos a pie, en un recinto real gigante.
Describiros las magnitudes, los materiales, las artesanías, la santidad,…pienso que me quedaría muy corta. Aquí sí que una imagen vale más que mil palabras. De las 1.200 fotos de nuestro album de Tailandia, os pongo unas muestras.
Este es un homenaje a todos aquellos que estudiaron MEDICINA en el recinto real. Todas las plantas son medicinales, todas tienen sus nombres y sus usos, y se usaron siempre para ejercer la verdadera medicina. MIS RESPETOS. Un par de muestras os dan una idea.
Volvíamos a Madrid, 13 horas de vuelo directo. Llegamos de madrugada sin problema, llenos de vivencias. Amanecía el sábado 29 de junio.
Este país hay que vivirlo, y os animo a que lo hagáis. Si Egipto nos gustó, Tailandia también. Y no son comparables, cada uno compite en una categoría distinta. Os aseguro que me quedan muchas cosas en el tintero, cada foto tiene su historia y Tailandia es muy-muy fotografiable. No os hablé de la seda, ni del jade, ni de la plata, ni de…..Ufff. Quizá algún día.
Confío que una vez estéis leyendo este párrafo final, conozcáis un poquito más del encanto de este país y os haya dibujado al menos un tenue boceto de sus tierras y sus gentes. Y que así sea.
CURIOSIDADES
COFFEE LATTE ART. Una imagen vale más que mil palabras.
TRÁFICO. Se conduce por la izquierda como en Inglaterra, pero las distancias se miden en kilómetros como en España. Es un tráfico silencioso y respetuoso, todo un ejemplo.
DULCES No hay costumbre de dulces, a excepción de un pequeño dulce hecho con harina de arroz y leche de coco. Normalmente encuentras fruta tropical en los buffets.
REZOS. los monjes cantan mantras en un dialecto antiguo, palí, y a veces mezclado con sanscrito. Son lenguas litúrgicas de los budistas que elevan el alma, y los sensitivos podemos incluso echar a volar. jajaja.
LOTO. De los tallos de las flores de loto se saca una fibra vegetal impermeable. De hecho, en sus hojas no se posa ni una sola gota de lluvia.
LOS INODOROS. Son inusualmente bajitos, te llegan por debajo de las rodillas. Hazte a la idea que vas a hacer mucho ejercicio de cuclillas.